El parque, los viejos
bares del pueblo en el fin de semana y la iglesia en domingo, eran las casas
oficiales de aquellas viejas amistades. ¿Cuánto tú tienes? Era una pregunta que
nos unía en el esfuerzo. ¿Cuánto tú tienes? era la pregunta clave del grupo
para la diversión. ¿Cuánto tú tienes? Era una pregunta que podía empezar el
viernes y terminar el domingo en aquellos viejos bares de San Cristóbal como La
Plaza, La Montecarlo, El Intermezzo o en aquel colonial Bar Jaqueline. Cuando
un amigo se va nos obliga a volver al pasado para recorrer por aquellas
particularidades graciosas y serias que nos unían tanto.
Miguel, no podía ser
diferente a su Madre, Dona Germania, una educadora tan dulce, con la paciencia
de acero para soportarnos a nosotros, un grupo de tigueres sanos, que le invadíamos
su hogar como Pedro por su casa. Fuimos un grupo de amigos que la vivimos todas,
a veces muy en buena en la terraza de un bar del pueblo aplaudiendo al camarero,
pero otras veces estábamos tan en mala, que hasta nos subíamos tres en la cola
de un cigarrillo que “fildeábamos” de una esquina a otra con aquella vieja seña
sobre el hombro para pedir un cabo que se acercaba. Pero éramos jóvenes
respetuosos y felices como Miguel.
Cuando un amigo se va,
el reencuentro no solo se produce en el pueblo que vio nacer a aquellas viejas
amistades, ese reencuentro también se produce en un cruce de llamadas que se
dan hasta de continente a continente, entre los amigos que ya no están en el
pueblo y quedan frio ante la noticia de aquella partida ineludible y, que no
pueden ni creerlo por lo que tienen que llamar al otro amigo que le confirma
sobre uno de los nuestros que se fue. De todas las llamadas que se producen cuando
un amigo se va, la más seria es aquella que buscando consuelo nos dice: “Y
total, que por ahí vamos todos”, algo para pensar.
La familia y los amigos
son seres queridos muy especiales y, cuando esos seres queridos se nos van debemos
eternizarlos en las cosas más especiales y graciosas de ellos. Una de las cosas
más bellas para recordar de aquellas amistades es la solidaridad. Cuando un
amigo caía en mala por algunos malos pasos, los buenos amigos se preocupaban y
buscaban como participar en la solución. Luego de aquella reunión que se hacía
en el grupo de amigos, en la que se hacia la pregunta: ¿y qué es lo que le pasa
a fulano que se le está notando últimamente una terrible “Malandria”? entonces
se hacia el análisis y alguien le entraba con los consejos.
Así quiero recordar a Miguel
Bazil, como a un amigo que no solo daba cuerda, sino que también participaban en
las soluciones, Miguel fue un amigo alegre, noble, pulcro, que
siempre andaba bien vestido sin tener 50 camisas, solidario como las nobles
familias en las que nació, de gente que le han beneficiado a San
Cristóbal predicando con los buenos ejemplos. Estas son las virtudes en la que
debemos encontrar consuelo cuando un amigo se va. Porque son estas las cosas en
las que tenemos que reconstruir ese eslabón perdido, por los que vienen detrás
de nosotros, para nosotros mismos ser agradecido de lo noble que hemos vivido
al lado de tanta gente buena que tuvimos la dicha de conocer como Miguel.
Después de la pena
quiero darle un aplauso a Miguel Bazil, porque es la mejor despedida, agradecerle,
darle las gracias por todo lo que aprendí en su entorno y recordarte por tus
virtudes, tu alegría y tus relajos. La casa de Miguel era como una embajada en
donde casi todos los amigos de la época y de ese entorno buscábamos refugio
para aquella resaca de los lunes, donde todos acudíamos para hacer un serrucho
para aquella sopa que nos sacaba de aquel malestar. No olvido en aquellos lunes
la cara de Cuchito y La Pre dos amigos entrañables de Miguel y de todos
nosotros que partieron primero. Gracias Miguel, te recordaremos por siempre
porque te ganaste el aplauso por ser uno de los amigos más solidario, que es
una de las virtudes más alta del ser humano, gracias hermanito por siempre.
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