Después de la Marcha, ya mi corazón no es el mismo loquito
viejo que se sobresaltaba porque se dejaba impactar por cualquier comentario a
domicilio de un radito del gobierno en las redes sociales, que lo inundaba de
impotencia.
Después de la Marcha el Methoprolol y el Lisinopril ya no son
en mi corazón dos drogas tan imprescindibles como dos Merengueros del gobierno,
para estabilizarlo con los trucos de las farmacéuticas, porque la paz interior
que he adquirido con el convencimiento de que por amor si se puede, está
haciendo su efecto por la tranquilidad que ahora tengo por fe.
Después de la Marcha ya no peleo ni con amigos o
desconocidos ni me enfurecen las bocinas del gobierno, porque la desesperanza
desapareció de mi mente con una luz que se prendió a los lejos del domingo 22.
Para hacerme ver que mi pueblo no es aquel pendejo que la impotencia me pintaba.
Después de la Marcha, verdaderamente me convencí que las
redes sociales no solo han servido para conocer la segunda base del Querido o
la boca chula y sensual de Sonia Mateo, la mujer maravilla del vocabulario más
bello que oídos humanos hayan escuchado en una tarde gris de heces fecales.
Después de la Marcha he conocido en la boca del presidente
el silencio más sepulcral que haya tenido la Republica Dominicana en toda su
historia, un silencio que supera aquel que se hacía en un Viernes Santo de los
años 60. Pero un silencio que nos ha servido de alivio, porque ha silenciado el
cinismo atrevido que se expresa con toda la boca del que tiene una razón
irrefutable
Después de la Marcha veo a la gente más unida que nunca y veo
más cerca la primavera que les va a devolver la tranquilidad a unos muertos que
se fueron a destiempo, cuando fueron sorprendido en aquellas calles de la
impunidad y el desorden o en los pasillos de unos hospitales convertidos en
almacenes de enfermos, con el oxígeno secuestrado en una gaveta de Odebrecht.
Después de la Marcha, volví a recordar lo que un amigo una
vez me dijo en el Parque Central de San Cristóbal, que lo único bueno que
tienen las películas malas es, que los bandidos al final siempre los cogen
presos. Esta película tétrica que hoy vive la Republica Dominicana, después de
la Marcha tiene los ascensores de las torres de lujo del país, alborotados con
el sube y baja en reuniones permanentes.
Después de la Marcha, algunas farmacias han tenido que
trabajar horario corrido, porque a la hora de comida se han vivido los momentos
de más corre corre. Después de la Marcha, también ciertas farmacias han tenido
que limitar la venta de Pampers de viejos, para que dé para todos. Después de
esa Marcha, hay hogares en donde nadie habla en sus reuniones, todos se sientan
para mirarse y cuando suena un celular los ojos se brotan.
Después de la Marcha, recordé también el Refrán preferido de
mi Mamá cuando se sentía engañada por el carbonero con aquella latita de carbón
o cuando le alteraban el peso donde le pesaban la azúcar, el arroz, la
habichuela y otros. Ella decía con dolor: No hay mal que dure cien años ni
cuerpo que los resista, y fue así como recordé, que La IMPUNIDAD ya tiene más de cien años comiéndose a ese
pueblo, con Drácula cambiándose el nombre y los colores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario